El trabajo está absorbiendo mis recursos mentales, las pocas neuronas que me quedan funcionando están trabajando al 100%, por lo que no encuentro algún tema que tocar en este espacio, además, mi humor no me deja escribir sobre el asesino del metro, la crisis económica, el rebrote de la influenza, etc., estos temas son demasiados deprimentes como agregarlos a mi lista de pendientes.
Así es mi querido lector, comienzo a dejar el status de “trabajar para vivir” para cambiarlo por “vivir para trabajar”, los pendientes laborales me siguen hasta los espacios más íntimos, mi sueños. En el momento en el que no puedes hacer a un lado estas preocupaciones es cuando debemos repensar que estamos haciendo o por lo menos pedir aumento de sueldo.
Hasta en eso nuestro pobre país está fregado, los países primermundistas respetan tanto al profesionista, sus horarios, su vida familiar y privada sin menguar su remuneración económica ¿por qué no pasará lo mismo en México?, por el contrario, parecería que el buen profesionista es el que trabaja horas de más, el que no ve a su familia, el que sacrifica su vida personal por su trabajo, si uno no lo hace es tachado de mediocre o conformista. ¿Pero en realidad vale la pena?, no lo se.
Pero creo que ya me desvié del tema mi querido lector, el motivo de esta entrada es explicarle que ahora si me agarraron en curva, con tanto trabajo y sin computadora no me da tiempo de escribir algo que valga la pena, pero no podía dejar este espacio en blanco, por lo que aquí estoy para pedir disculpas por no haber hecho la tarea.
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