Todos los mexicanos conocemos el albur o al menos decimos conocerlo aunque en realidad lo hemos confundido, malinterpretado y hemos asumido a lo largo de mucho tiempo que es una grosería fácil, un juego de palabras con rima barata, una respuesta rápida prefabricada y de memoria, un doble sentido chafa y de mal gusto, mal intencionado, de mala leche, sacado de lo más bajo del barrio.
Octavio Paz habla del albur en el Laberinto de la Soledad, en el ensayo Máscaras Mexicanas, en el que menciona: “Es significativo, por otra parte, que el homosexualismo masculino sea considerado con cierta indulgencia, por lo que toca al agente activo. El pasivo, al contrario, es un ser degradado y abyecto. El juego de los "albures" —esto es, el combate verbal hecho de alusiones obscenas y de doble sentido, que tanto se practica en la ciudad de México— transparenta esta ambigua concepción. Cada uno de los interlocutores, a través de trampas verbales y de ingeniosas combinaciones lingüísticas, procura anonadar a su adversario; el vencido es el que no puede contestar, el que se traga las palabras de su enemigo. Y esas palabras están teñidas de alusiones sexualmente agresivas; el perdidoso es poseído, violado, por el otro. Sobre él caen las burlas y escarnios de los espectadores. Así pues, el homosexualismo masculino es tolerado, a condición de que se trate de una violación del agente pasivo. Como en el caso de las relaciones heterosexuales, lo importante es "no abrirse" y, simultáneamente, rajar, herir al contrario”.
Sin duda el albur es un juego sodomita y machista de subyugación, que proviene de tiempo atrás, al pasar el tiempo se va transformando pero en esencia sigue igual. El albur es parte integral de la forma de ser del mexicano (siguiendo con las ideas de Paz), de los complejos de inferioridad no superados que provienen desde la conquista y que han cobijado ese sentimiento centenario de haber sido violados, ultrajados en nuestro cuerpo, en nuestra cultura, en nuestras creencias, en nuestra familia y en nuestra dignidad.
Sin embargo, no todo es de color negro, el albur, a pesar de sus raíces se ha convertido en el divertimento nacional por excelencia, en el cual no importa el estatus económico, ni la edad, ya que se encuentra en el vocabulario de chicos y grandes, metido de raíz en casi todas las esferas sociales y culturales. El buen alburero es bien visto en casi cualquier grupo de hombres (no debemos olvidar que el albur es machista y excluyente por definición del género femenino).
Actualmente, lejos de ser un insulto entre dos personas, se ha convertido en un espectáculo, como ejemplo, el Mundial de los Albures que se lleva a cabo en Pachuca, Hidalgo, que por cierto, algunas de las teorías que encontré señalan a esta ciudad como la cuna del albur moderno, ahora resulta que hasta de eso somos inventores los pachuqueños. Aunque en realidad todo lo que le achacan a la Bella Airosa, proviene (gracias a los mineros) del Mineral del Chico, como el futbol, los pastes o la minería.
El verdadero albur es aquel que pasa desapercibido para la mayoría, es aquel que es difícil o casi imposible de contestar por el albureado novato, porque en el fondo, esa es la competencia, como lo dice Paz,la idea es dejar sin armas al contrincante, sin respuesta alguna, no se trata de insultar al otro sólo por el gusto de hacerlo.
El albur requiere de oyentes conocedores, no se puede alburear al que no entiende, ya que lleva escondido un humor picante, grosero, que no a todo el mundo gusta, algunos por no entenderlo y otros por preferir el humor blanco. Saquen de contexto al albur y se encontrarán con una serie de dichos sin sentido, aunque para ser justos, los buenos albureros podrían mantener una conversación completa, coherente y llena de albures aunque estos no fueran entendidos por el receptor.
El albur se encuentra arraigado en la cultura del mexicano, esa cultura de cantinas, de tequilas, de juegos en los que se apuesta la vida y que, al final, nunca se paga. El albur, aunque extendido a todo el país y sean cual sean sus verdaderas raíces, es un producto netamente chilango, producto orgulloso de nuestra ciudad, el tequila de Jalisco, de Chiapas el buen café. “A flojo, alburero y guadalupano nadie le gana a un mexicano”.
El albur parte siempre de utilizar alguna palabra que pueda ajustarse a un doble sentido relacionado, generalmente, con alguna parte del cuerpo y se acompaña de otra palabra que complementa una acción sexual agresora, generalmente un verbo. Esta es la base del albur.
Aunque existen bases o frases ya preestablecidas que son reiteradas en el albur, en realidad el mexicano lo inventa día con día, según su creatividad y lo que toma del contexto inmediato, además, el albur se transforma junto con nuestro idioma, con nuestro lenguaje y sobretodo con las deformaciones propias del mismo en nuestro país y en cada zona particular.
El albur ameniza una buena fiesta, un aburrido velorio, un largo entierro, una jornada laboral entera y siempre con un sentido festivo, jocoso, alegre. No es una agresión, ya que el chilango cuando se enoja no emplea el albur como reacción defensiva, por el contrario, mienta la madre, organiza una pelea, golpea, insulta. Por tanto, lo único que pretendo, después de todo, es simplemente reivindicar al albur, porque, sin negar sus raíces, su morfología y su significado literal agresivo, es a pesar de todo un elemento cultural de unión entre los mexicanos, un vínculo de amistad y de identidad, algo que poco a poco en este país se pierde con más facilidad.
PD: ¡Aprendan a alburear!
6 comentarios:
Eres tan bueno para el albur mi Arqui que ya hasta le haces un post (lleno de albures escondidos) con research y adornado de bonitas palabras... A donde vamos a llegar?
Un post largo, metí hasta a Octavio Paz para darle seriedad..
Saludos.
Iralo otra vez... yo sí los entiendo!
Así es mi querido pelochas, siempre me pezcas el albur luego luego... no puedo contigo!!!
Ese Pelochas es el que se te fue con la feria vdd
Eres grande asumo que eres poeta
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