miércoles, 4 de noviembre de 2009

UNIRNOS O SEPARARNOS, ÉSE ES EL DILEMA

¿Para qué fuimos creados? ¿Para estar solos o acompañados? ¿Para ambicionar y alcanzar, por cuenta propia? ¿o para ambicionar y alcanzar colectivamente?

La pregunta sale a colación por algunos eventos excluyentes recientemente ocurridos en nuestro país, como la disolución de Luz y Fuerza del Centro, la reducción casi 90% del presupuesto destinado al Programa para el Fortalecimiento de la Educación Especial y la Integración Educativa -en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2010- (programa educativo nacional dirigido a niños con capacidades diferentes); o bien, eventos igualmente excluyentes que han ocurrido y siguen ocurriendo, como la discriminación por sectores o grupos de interés, a la hora de pagar impuestos en México.

Y la pregunta sale más a colación porque mientras, hay regiones del mundo que acuerdan proyectos o iniciativas que suman voluntades en vez de desunirlas. Desde la reciente aprobación de una Constitución Apostólica por parte de la Santa Sede para permitir la comunión en la fe católica de los anglicanos, la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, el próximo 1 de diciembre (La Unión Europea tendrá un presidente y un representante de política exterior), hasta los acuerdos recientemente alcanzados en Honduras para poner fin a su crisis política y ser incluidos nuevamente en el concierto de la comunidad internacional.

Dicen que si uno no ve por uno mismo, nadie lo hará. Pero qué sucede si dos voltean al mismo lado, aspiran a lo mismo… ¿será que el objetivo sea alcanzado más fácilmente?

Objetivos comunes, planes comunes, acciones comunes. No quiero pensar en comunismo. ¿Es posible hablar de cooperativismo?

Me refiero a algo que a la vez que de verdad signifique solidaridad no desaparezca la identidad personal, individual. ¿Qué será eso? ¿Cómo se obtiene?

¿A fuerza es recurrir a un juego de derechas e izquierdas?

¿O los que están equivocados son ellos, que quieren ser “borregos”, a diferencia de nosotros, que actuamos auténticamente por personalísima cuenta?

¿Porqué querer ir siempre a contracorriente?

¿Qué tal si la corriente no siempre va por mal camino?

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